miércoles, 12 de abril de 2017

LA MARAGATERÍA SEGÚN EL PADRE SARMIENTO

Maragata


P. Martín Sarmiento
UN EXCELENTE ESTUDIO ETNOGENÉTICO DEL SIGLO XVIII


Manuel Fernández Espinosa

Entre los enigmas de la etnología hispánica hay uno en que todavía podemos quebrar nuestras cabezas: el de la "Maragatería". Tiene su solera. Como otros pueblos -los gitanos, los agotes-, los maragatos sufrieron la estigmatización y exclusión social. Fueron reacios a los matrimonios mixtos y vivieron en la endogamia étnica, vigilando mucho la honra de sus mujeres. "La esfinge maragata" de Concha Espina es de 1914, pero una golondrina no hace verano.

Sobre los maragatos no ha sido superado todavía el ensayo que le dedicó al tema el P. Martín Sarmiento (1695-1772), benedictino y polígrafo del círculo del Padre Feijoo. Me refiero a su "Discurso crítico sobre el origen de los Maragatos", del año 1768. En esas páginas, con humildad intelectual, reconoce que le faltan elementos para poder despejar la incógnita del origen maragato, pero en un brillantísimo alarde filológico e histórico recorre todas las posibilidades etimológicas e históricas que puedan servir para la etnogénesis de la Maragatería. Él mismo lo dice: "mi intención no es apurar el fijo origen de los Maragatos, sino manifestar que el que vulgarmente se les señala, padece muchas dificultades".

El Padre Sarmiento nos indica desde el inicio las tareas que habría que realizar para investigar una cuestión tan oscura, expresando que él, por sus limitaciones, no puede hacer ese trabajo de campo. Aporta en este sentido toda una guía metodológica para la investigación etnográfica: 

1. Registrar y estudiar el Archivo de la Santa Iglesia de Astorga y otros monasterios circunvecinos.

2. Pasear el País de la Maragatería, metódicamente: "Se deben ver, registrar y observar las Parroquias, lugares, y sitios del país, coordinando sus distancias, y apuntando todos los nombres" (de montes, peñas, valles, ríos, fuentes y lagunas), para formar un Mapa geográfico.

3. Recopilación de todo el material epigráfico y arqueológico: "postes, columnas, y lapidas con letras. Todos estos letreros se han de copiar", teniendo en cuenta que las calzadas romanas que cruzaban el país siempre dejan sus vestigios. Para un posterior estudio.

4. "También sería muy del caso, que se cogiesen las tradiciones comunes, las costumbres que parezcan ridículas, y las que se usan en los casamientos, bautismos, y funerales, sin omitir las frases, y expresiones de la lengua que parezcan exóticas".

Con una erudición descomunal, el P. Sarmiento desmonta las teorías ingenuas sobre el origen maragato, una de las cuales se expresa así: "Dícese, y se cree, que los Maragatos son unos descendientes de una porción de moros, que los christianos cautivaron en una victoria, y que el Rey los trasplantó a las montañas de la Maragatería, para que la habitasen, poblasen y cultivasen". Piensa Sarmiento que esto vino del rey Mauregato, Rey de Asturias, hijo de Don Alonso el Católico. Y termina concluyendo que: "Yo creo que se llaman Maragatos por habitar el país, y montañas que dominó Mauregato".

Recorre nuestro benedictino todas las posibilidades que se le presentan, notándose que el tema ha sido por su parte concienzudamente pensado y repensado, tal vez -como al final del discurso es elocuente de ello- desde que era un niño. Resulta muy sugestiva la hipótesis que lanza sobre el topónimo de "Maragato" cuando la hace proceder de "Murex": "adjetivo de los montes, que después se aplicó a los habitantes. Quando los remates de un monte parecen dientes de una sierra, se llama sierra ese monte, y los que habitan Serranos (...) y no es impropio que las montañas de la Maragatería tomasen el nombre de Murex por sus picos. En este caso sale Murex, Murice, Muricato, Murecato, Maragato".

Tampoco soslaya la posibilidad de que el gentilicio indique una suerte de "gente mezclada de Moros, y Godos. Por el mismo sonsonete creen muchos que los Agotes, tan despreciados en las gargantas de los Pirineos, son reliquias, y descendientes de los Godos". Lo mismo que el tema de los Agotes, también toca el de los Vaqueiros, más próximos espacialmente a los maragatos.

Su perspicacia antropológica, afinada con la erudición histórica y filológica, no puede dejar de reparar en el parecido que los gorros de los maragatos muestra tener con los tocados antiguos que pueden cotejarse en las efigies de las monedas prerromanas, recurriendo a la colección numismática del polígrafo aragonés Lastanosa. 

En cuanto a la idiosincrasia maragata también deja constancia de su parecer: "he observado que son muy reales, serios, secos, y taciturnos, que rara vez he visto reír a un Maragato, y hasta ahora a ninguno he visto que vaya cantando por los caminos, como los arrieros de otros países". Menciona encomiosamente "La exemplar devoción con que todos los lugares de la Maragatería se juntan para llevar en procesión a nuestra señora del Castro a la Catedral de Astorga, no tiene símil. (...) En verdad que esta tan piadosa costumbre, que los Maragatos observan de inmemorial, no la han heredado de los Sarracenos, ó Moros".
 
También quiebra sus lanzas por el honor de la Maragatería, cuando -contra el vulgo que la desprecia- dice: "todo habrá concurrido para introducir, y promover la fábula supesta, para que los Idiotas miren a los Maragatos como que son siervos, y esclavos de los demás. Yo pienso de distinto modo." Y también aplaude la defensa que los maragatos hacen de sí, contra todos los que los pretendían ultrajar: "No me paro en los apodos, que ponen a los Maragatos, pues ya ellos corresponden con apodos de piedras".

El "discurso" es una muestra de la excelente calidad que los estudios dieciochescos alcanzaron con hombres como Sarmiento en la indagación de nuestros orígenes; el P. Sarmiento también daría pasos de gigante en la etnografía gallega. El estudio del Padre Sarmiento sobre la Maragatería es de forzosa citación. Nos parece un síntoma de la desoladora incultura de nuestro tiempo que haya gente que, al escribir sobre la maragatería, no sepa ni que existe este ensayo; es por ello, por lo que se atreven a lanzar temerarias y ridículas teorías sobre este asunto, conjeturas de aficionados que no resisten ni el empujoncito de un dedo. 

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