lunes, 31 de agosto de 2015

SOBRE LOS TÓPICOS DEL FLAMENCO (I)



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

Uno de los obstáculos a los que ha de encontrarse cualquier folclorista español es intentar navegar sobre dos exageraciones principales: Por el norte, el “celtismo”(1), por el sur, el “moro-gitanismo”. Ambos supuestos aparecen en el siglo XIX al alimón del romanticismo y con el paso de los años se van convirtiendo hasta en armas políticas, reutilizadas por el neoturnismo de 1978 en su política de “hechos diferenciales” que, lejos de defender la sana variedad regional de las Españas, se emplean para enfrentar y dividir a los españoles, tal vez por aquello del “divide y vencerás”, a costa de nuestra autodestrucción.

Así, entre una cosa y otra, vayamos desgranando confusiones más o menos premeditadas sobre este riquísimo mundo musical:


FOLCLORE

El flamenco no es folclore. Como bien dice el musicólogo gallego Faustino Núñez, en todo caso el flamenco sería una reinterpretación del folclore desde una óptica andaluza, o “andaluzada”, más bien.

Con todo, determinadas clasificaciones folclóricas no dejan de ser más que arbitrarias o convencionales. No olvidemos que estamos ante algo que cuaja en el siglo XIX intentando remontarse al pasado para que no se pierda. Es algo así como las academias: Es algo necesario, pero que se tiene que atener a lo que hay, y no al contrario.

Así las cosas, el flamenco se apoya en determinados puntos del folclore,  y hay músicas folclóricas como las sevillanas o las verdiales que pueden entrar en su repertorio muy naturalmente. Pero el flamenco en sí no es folclore. Y reiteramos que no es folclore porque el flamenco es una creación exclusiva de artistas.

El folclore andaluz como tal está muy relacionado con otros puntos de España: La flauta rociera es de herencia leonesa; la danza de las espadas que podemos ver desde Huelva a Jaén también está presente desde Galicia a los Pirineos; la gaita gastoreña tiene su símil en Vasconia; y también en Andalucía proliferan jotas y seguidillas, que se esparcen por toda la Piel de Toro e islas adyacentes. Hay multitud de instrumentos y bailes que, con mínimas variaciones, se reiteran, interactúan y evolucionan por todo nuestro país. Tenemos diferencias, claro, pero también puntos comunes la mar de interesantes. (2)



TÓPICOS HABITUALES

Algunos tópicos románticos, nacidos en el siglo XIX y luego sostenidos y retocados por determinados elementos autoproclamados “mairenistas” (3) al igual que por ciertos politicuchos “andalucistas”, decían cosas como que:

-En el principio, el flamenco no utilizaba guitarras. Era a palo seco, sin música. La música y el baile vinieron después, acaso como signo de impureza.

-El flamenco, al extenderse por los cafés cantantes, perdió su pureza y hondura original, que era el hogar gitano (4); probablemente, el que mantuvo la pureza de los lamentos de los moriscos refugiados en diversas partes de Andalucía.

-Otrosí, el flamenco es un distintivo de pureza gitana, y el “castellano” (5) que lo cante siempre va a llevar las de perder, pues no está en su código genético; no lo lleva en la sangre.

-Para rematar, el gitano ocupa la pureza de la identidad andaluza; al punto que un “castellano” no parece genuinamente andaluz. Este tópico está más extendido de la cuenta. Como anécdota, valga que tiempo ha, una alumna peruana me preguntó cómo yo podía ser andaluz siendo tan blanco.


Empero, si diéramos por válidas estas historias, llegaríamos a la conclusión de que por estas tierras no pasaron iberos, celtas, romanos o godos; amén de repobladores de toda España y parte del extranjero; no, tan sólo pasaron moros y gitanos, y a ellos le debemos todo… Hasta la forma de hablar. Y de respirar.

Con todo, en el caso del flamenco, los tópicos y hasta los mitos no podían ser menos. Adelantándonos un poco, señalemos que nos resulta curioso que tanto para pseudonazis como para alandalusistas, el flamenco sea una especie de seña de identidad moro-gitana ajena a la esencia española. Al final los tontos y los ignorantes tienen más en común de lo que parece.

Pero bueno, yéndonos por derroteros serios y lógicos, podemos decir lo siguiente:


ANTROPOLOGÍA COMPLEJA vs. “PURISMO MORO-GITANO”


Los gitanos llegan a España a finales del siglo XV. Tenemos noticia de dos entradas: Una por la zona de Jaén, otra por Aragón. En esa época, y esparcida por determinados puntos de España (no sólo en el sur), hay una base de música oriental que se está fusionando con corrientes europeas. E incluso en esa base oriental hay elementos preexistentes, como reconoce el musicólogo marroquí Amin Chaachoo (descendiente de moriscos ibéricos), pues los musulmanes de la Península se nutrieron mucho de influencias anteriores, e incluso de los cristianos sometidos, esto es, los mozárabes (6).

El arco de herradura, arquetípicamente hispánico, dizque incluso anterior a la época visigoda, el arco polilobulado, de tradición bizantina, son incorporados y a día de hoy nos parecen como “típicamente moros”; al igual que los patios, ya existentes en el mundo romano; e incluso la palabra “zaguán”, tomada del griego “stuan”. ¿Es que acaso los musulmanes partieron ex novo y no tomaron de las culturas que dominaron? 


Arcos polilobulados y de herradura en la torre de Cuatrovitas, de época almohade. Bollullos de la Mitación (Sevilla) 



Y bueno, paradójicamente, como dice el amigo Francisco Abellán, el arte mudéjar (7) nos “regresó” algunos elementos hispanogodos que habían conservado los musulmanes; al mismo tiempo que se fue mezclando progresivamente con románico, gótico, renacentista o incluso barroco. Por eso el mudéjar original tiende a ser sobrio y el neomudéjar del XIX al XX tiende a ser exagerado, con un orientalismo excesivo y pesado.

Sea como fuere, la música no iba estar ajena a estos fenómenos de ida y vuelta. Y esta expresión “de ida y vuelta” es fundamental para entender qué es el flamenco.

Como decíamos: A las corrientes musicales europeas, trabajadas a través de la folía, la gallarda, la romanesca, la pavana, etc.;




se une una base oriental que ni inventaron ni trajeron los gitanos; base musical oriental que, por otra parte, está extendida por todo el Mediterráneo, así como por la India u otras naciones asiáticas. Escúchense, si no, estas piezas de música griega/bizantina:





Y en España, no sólo se halla en el flamenco. Escúchese esta parte del folclore mallorquín (8):






A finales del siglo XV, cuando llegan los gitanos a España, coincide con el Descubrimiento de América. En esta época tan crucial para nuestra historia es cuando estas corrientes se están fusionando, también al alimón de la consolidación de la conquista y poblamiento de las Islas Canarias.

Y como decimos, se llega al Nuevo Mundo. Sevilla (9) se despeja como la capital económica y cultural de las Españas, siendo los puertos de la Andalucía occidental los que más contacto tienen tanto con Canarias como con América. Y no hay que irse muy lejos: En Sevilla todavía se conserva la calle Canarios, cerca de la Puerta de la Carne. Tanto en Sevilla como en Puerto Rico se han encontrado rastros genéticos de aborígenes canarios; a los cuales se les atribuye ya en el siglo XVI la incorporación a los bailes de la época el zapateado vigoroso de punta y talón que será adoptado por los bailarines educados en la tradición musical europea. (10)

Otrosí, en Sevilla y Cádiz también había negros, y era una comunidad minoritaria mas nada desdeñable. En Sevilla todavía está la Hermandad de los Negritos, que hace siglos eso fue literalmente. Estos negros, descendientes en muchos casos de antiguos esclavos de musulmanes, eran libres en su inmensa mayoría, y también pasaron a América, siendo conocidos en Cuba como “negros curros”. Ya con Colón iba alguno. Y en Chile tenemos la figura del conquistador negro Juan Valiente. Y curiosamente, es en Sevilla y Cádiz donde empezamos a ver vocablos afros relacionados con la música: Fandango, cumbé/maracumbé, zarambeque, zambomba, milonga, jiquiri-juaico, dengue...



(CONTINUARÁ)





NOTAS:




(3) Por el cantaor Antonio Mairena, aclaramos, ante las presumibles susceptibilidades, que no tenemos nada contra este cantaor; a saber, uno de los más grandes que ha dado esta música. Pero una cosa es Antonio Mairena cantaor y otra cosa es el intento de teórico y los intentos de quienes se aprovecharon de su nombre.



(4) Esto mismo decía Demófilo, el padre de los hermanos Machado; y por otra parte, un gran recopilador de letras, cuya labor en ese sentido agradeceremos siempre; pero como “teórico musical”, estaba completamente equivocado.



(5) Me niego a utilizar el adjetivo “payo” porque es insultante y racista. Antiguamente, los gitanos nos llamaban “castellanos” a la gran mayoría de los andaluces, y a mí es un término que me gusta; así que lo utilizo.



(6) 




Amin Chaacho es mucho más honrado que los “arabistas” al uso, puesto que no comulga con la teoría de que la Hispania visigoda fuera atrasada e iluminada por los árabes. Él reconoce que antes de la llegada de los musulmanes, en Hispania había una gran cultura y de hecho se nutrieron de muchos aspectos hispánicos, también en la música. El problema de Chaachoo es que, si bien conociendo fuentes como las de Sánchez Albornoz, sin embargo, concede autoridad a las absurdas teorías de Ignacio Olagüe o Blas Infante; y que cae en la demagogia “morisquista” de quien no se acuerda de las terribles expulsiones y esclavizaciones de cristianos hispanos/autóctonos por parte de los almorávides o almohades norteafricanos.



(7) “Mudéjar” viene del árabe mudaÿÿan, que significa “doméstico” o “domesticado”. Así se conoció a los musulmanes que vivían en territorio recuperado o dominado por los cristianos. No necesariamente eran africanos u orientales.




(8) Recuérdese: 



(9) Y me refiero a Sevilla en un término amplio, esto es, el reino de Sevilla inscrito en la Corona de Castilla, abarcando las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Fue la administración liberal-isabelina la que acabó con esta demarcación tradicional, pero la cultura ahí sigue viva entre sus gentes; y yo, que soy del linde entre las actuales provincias de Sevilla y Huelva, puedo dar fe. 





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