viernes, 29 de agosto de 2014

USOS BÁRBAROS O GUERRA PSICOLÓGICA




LAS CABEZAS CORTADAS


Manuel Fernández Espinosa

La decapitación era una ancestral costumbre entre los celtas. Algunos intérpretes han supuesto que se trataba de sacrificios humanos, pero no existen evidencias de que así fuese. Todo indica que los celtas cortaban las cabezas de sus enemigos con el propósito "mágico" de apropiarse supersticiosamente de la fuerza del enemigo, también lo hacían con el propósito intimidatorio de aterrorizar a los adversarios, es por eso que exhibían las cabezas cortadas en las murallas, como se desprende de los restos del yacimiento de Puig de Sant Andreu. Conviene no confundir la decapitación practicada por los celtas con el culto que estos profesaban a los cráneos de sus difuntos, aunque tanto la práctica bélica intimidatoria como el culto funerario a las cabezas encuentran su sentido en un hecho subyacente: los celtas estaban convencidos de que la cabeza era la parte más noble del ser humano, la sede del pensamiento.
 
No fueron los celtas el único pueblo que cortaba las cabezas de sus enemigos. En el mundo islámico es una práctica habitual, como desgraciadamente estamos viendo en estos días. Pero lo que subyace a la decapitación practicada por los mahometanos es un propósito muy distinto al que buscaban los celtas: la creencia que sostienen los musulmanes es que si se cercena la cabeza de alguien, su espíritu no podrá nunca descansar en paz, por eso se recomienda hacerlo a los no-creyentes y es menos frecuente que se realice entre musulmanes. Pero el propósito de este artículo no es entrar en este asunto. Lo que queremos es dejar clara la razón por la cual los franceses y, en mayor medida, los españoles decapitaban a los rifeños del Magreb. Y nos impulsa a hacerlo la indignación intelectual que nos causa que puedan compararse aquellas decapitaciones que practicaron las tropas españolas y francesas con las que hoy siguen practicándose en algunas partes del planeta, amenazadas y estragadas por el fundamentalismo islámico.
 
Según el capitán Fortea, uno de los pocos prisioneros que los rifeños de Abdelkrim hicieron en el Desastre de Annual de 1921: "Abdelkrim se puso el fajín del general Silvestre, lo llevó los días posteriores al desastre de Annual y cortó la cabeza del general transportándola por todo el camino hasta las puertas de Tetuán como prueba fehaciente de la gran victoria rifeña".
 
La nefasta política de Alfonso XIII y su generalato inepto condujeron a muchos españoles a una muerte horrible: en Monte Arruit, por ejemplo, los rifeños asesinaron brutalmente a casi 3.000 soldados españoles, entre las prácticas más crueles destacaba el destripamiento de los prisioneros vivos, a los cuales ataban sus manos con sus propias tripas, también hubo orgías de decapitaciones.
 
Los españoles, advertidos de lo mucho que a los rifeños aterrorizaba la idea de que les fuese cortada la cabeza, empezaron a ejecutar esta práctica, incluso fotografiándose con fines propagandísticos de guerra psicológica. En ella, es fácil imaginarlo, había revanchismo, pero también había un mensaje intimidatorio; pues, aunque los españoles (la mayoría católicos) no creían en tal superstición podían imaginarse el pavor de sus enemigos, a los cuales nada asustaba más que pensar en su decapitación por ser este desmembramiento el impedimento de su alma para acceder a su paraíso. La práctica no se empleó solamente a principios del siglo XX, en el conflicto con los rifeños; ya había sido empleada con profusión durante la Reconquista y las crónicas cristianas refieren que un modo de celebrar la victoria para los cristianos peninsulares era retornar a sus posiciones portando en sus lanzas o espadas la cabeza de un moro; lo cual era, además de trofeo, un modo de crear el terror entre las poblaciones musulmanes sometidas. Pero nunca un español cortó la cabeza a un moro por simple ensañamiento o por la superstición de dejar su alma vagando por el mundo, como algunos de ellos hacen.
 
Y esto queríamos decir, para que cuando se hable de este tema se cuente con una aproximación al tema en clave antropológica y religiosa y no se digan memeces o se establezcan comparaciones imposibles.

BIBLIOGRAFÍA:

"Annual 1921. El desastre de España en el Rif", Manuel Leguineche, Alfaguara, Madrid, 1996.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario