domingo, 13 de julio de 2014

LA ESPAÑA RECÓNDITA

El clero católico visita las Hurdes
 
 
LAS HURDES
 
 
Escribía el Barón de Montesquieu, en sus Cartas persas (año 1721), que los españoles "han hecho hallazgos inmensos en el Nuevo Mundo y no conocen todavía su propio continente: existe sobre sus ríos tal puente que no ha sido aún descubierto, y en sus montañas, naciones que les son ignotas".
 
En el siglo XXI podríamos decir que todo está descubierto, pero todavía hay enigmas como el origen de los maragatos, quiénes son los agotes o quiénes son los alpujarreños y tantas otras incógnitas a despejar. Existe una amplia bibliografía sobre estos temas, pero se repiten tópicos que han cristalizado con la vitola de verdades incontestables.
 
Las Hurdes (comarca situada en el extremo norte de Extremadura) es de esas zonas que históricamente fueron castigadas por la inveterada desidia de nuestros malos gobiernos. El tópico convirtió a Las Hurdes en paradigma de miseria.
 
La película de Luis Buñuel de 1932 ("Las Hurdes, la tierra sin pan") fue una denuncia cinematográfica de la triste realidad de los hurdanos, pero después de grabar su película Luis Buñuel se fue a otra cosa y allí se quedaron, donde siempre habían estado, los hurdanos. La intelectualidad española de principios del siglo XX había reparado en Las Hurdes, convirtiéndola en destino de sus expediciones turísticas, allí tomaban notas, compadreaban condescendientemente (como señores de ciudad) con el paisanaje y escribían más tarde sus artículos. Por ejemplo, Miguel de Unamuno la visitó en 1914. Gregorio Marañón, Gabriel y Galán y tantos otros poetas, escritores y artistas hicieron su peregrinación a Las Hurdes, hasta el entonces jefe de estado, Alfonso XIII, realizará una visita el año 1922. Pero todos hacían lo que Buñuel hizo en los años 30: ir, ver, tomar notas y fotografías y dejar a los hurdanos a su suerte.
 
Quien sí se tomó en serio la mejora de la comarca fue el Obispo de Plasencia, Monseñor Francisco Jarrín y Moro (1848-1912), jovellanista de pro. Monseñor Jarrín fundó la Sociedad "Esperanza de las Hurdes" y concentró sus esfuerzos pastorales en mejorar las condiciones de vida de los hurdanos. Esto lo hizo el Obispo con la inestimable colaboración de su secretario, el Padre D. José Polo Benito (1876-1936), el mismo que dirigiría la revista "Las Hurdes", organizando a su vez el Congreso Nacional Hurdanófilo que se celebró en Plasencia. Unamuno, en su artículo "Las Hurdes", venía a burlarse de los "hurdanófilos", motejándolos de "sociologiqueros"; típica unamunianez. Pero el hecho es que, si los viajeros intelectuales pasaban por Las Hurdes para declamar sus lamentaciones por el abandono de la zona y echarse la foto con el hurdano, la Iglesia Católica sí se hizo presente, creó órganos para la concienciación y el acopio de recursos (periódicos, captación de donativos...) con los que ayudar a la población más deprimida de Las Hurdes y levantó centros asistenciales que contribuyeron en la medida de las posibilidades de la época a la mejora de las condiciones de vida de los hurdanos.
 
Los desvelos y el celo asistencial del Padre Polo serían "compensados" martirizándolo el 22 de agosto de 1936 en la Puerta del Cambrón de Toledo, con 80 personas más, siendo beatificado por Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
 
Sobre el Obispo Jarrín y el Padre Polo, véase: LA VOZ DE MAYORGA 
 

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